lunes, 21 de marzo de 2011

La cruz es el trono de los santos


21 de marzo

Sé muy bien que la cruz es la prueba del amor; que la cruz es garantía de perdón; y que el amor que no es alimentado y nutrido por la cruz, no es verdadero amor, se queda en fuego de artificio. Con todo, a pesar de tener este conocimiento, este falso discípulo del Nazareno siente en su corazón que la cruz le es enormemente pesada y que muchas veces (no se escandalice y no se enfade, padre, ante lo que le voy a decir) va en busca de un piadoso cireneo que le alivie y le conforte.

¿Qué mérito puede tener mi amor ante Dios? Temo mucho por esto, por si mi amor por Dios es amor verdadero. Y ésta es también una de las espadas que, junto a las muchas otras, me oprime en ciertos momentos y hace que me sienta aplastado.

Y sin embargo, padre mío, tengo el grandísimo deseo de sufrir por amor a Jesús. ¿Y cómo explicar que después, ante la prueba, contra mi voluntad, se busque algún alivio? Cuánta fuerza y violencia debo hacerme en estas pruebas para hacer callar a la naturaleza, digámoslo así, que reclama con fuerza ser consolada.

Esta lucha no quisiera sentirla; muchas veces me hace llorar como un niño, porque me parece que es una falta de amor y de correspondencia a Dios. ¿Qué me dice de esto?

Escríbame, cuando lo quiera Jesús, y siempre largamente; sus repuestas sobre tantos problemas, dudas y dificultades las espero como luz del paraíso, como rocío benéfico en tierra sedienta.

(21 de abril de 1915, al P. Agustín de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 571)

viernes, 18 de marzo de 2011

Estoy crucificado de amor


18 de marzo

Padre, permítame desahogarme al menos con usted: ¡estoy crucificado de amor! No puedo ya más; es éste un alimento muy delicado para quien está acostumbrado a alimentos ordinarios; es precisamente esto lo que me produce de continuo fortísimas indigestiones espirituales, la de crecer de tal modo que la pobre alma gime al mismo tiempo por un vivísimo dolor y un vivísimo amor. La pobrecita no sabe adaptarse a este nuevo modo de ser tratada por el Señor. Y he aquí que el beso y el toque - lo diré así – sustancial, que este amorosísimo padre celestial imprime en el alma, todavía le causan un sufrimiento extremo.

¡Que el buen Jesús le conceda comprender mi verdadera situación! Y yo, mientras tanto, le insto a que quiera tratarme con caridad todavía un poco más, y pronunciarse sobre esto.

Queridísimo padre, satisfacer las necesidades de la vida, como comer, beber, dormir, etc., me resulta tan penoso que no sabría encontrar comparación adecuada si no es en las penas que deben experimentar nuestros mártires en el momento de la prueba suprema.

Padre, no crea que exagero al usar esta comparación; no, es exactamente así. Si el Señor, en su bondad, no me quita el conocimiento en el momento de realizar estos actos, como lo hizo en el pasado, pienso que no podré durar mucho, siento que me falta apoyo bajo los pies. ¡El Señor me ayude y me libere de tal angustia!; quiera comportarse bien conmigo y tratarme como me conviene. Soy un obstinado rebelde ante las actuaciones divinas y en absoluto merezco ser tratado de ese modo.

(18 de mayo de 1915, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p.545)

jueves, 17 de marzo de 2011

Tan fuerte como la muerte es el Amor


17 de marzo

Pide con confianza ilimitada a Jesús, con la esposa del Cantar de los Cantares, que te arrastre detrás de él y que te haga sentir la fragancia de los perfumes de sus ungüentos, para que puedas correr totalmente detrás de él, con todas las fuerzas del alma y las facultades del cuerpo, por dondequiera que él vaya.

Te exhorto de nuevo a que tengas por seguro lo que hasta ahora te he declarado, que es esto: la tabla que debe conducirte al puerto de la salvación, el arma divina para llegar a cantar victoria, es la sumisión total y ciega de nuestro juicio al dictamen de quien está encargado de guiarnos entre las sombras, las perplejidades y las batallas de la vida. La misma sagrada escritura nos lo confirma con su infalible autoridad: «El hombre obediente cantará victoria».

Si Jesús se manifiesta, dale gracias; y si se te oculta, también dale gracias: todo es una broma del amor. Yo deseo que, al llegarte el momento de expirar con Jesús en la cruz, puedas con Jesús exclamar dulcemente: «Todo se ha cumplido».

(19 de mayo de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 87)

miércoles, 16 de marzo de 2011

El Camino del Amor


16 de marzo

¡Qué sublime y suave es la dulce invitación del divino Maestro: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame»! Era esta invitación la que hacía decir a santa Teresa aquella oración al Esposo divino: «Sufrir o morir». Era también esta invitación la que hacía exclamar a santa María Magdalena de Pazzi: «Sufrir siempre y no morir». Era también a causa de esta invitación el que nuestro seráfico padre san Francisco, arrebatado en éxtasis, exclamara: «Es tanto el bien que yo espero – que en cada sufrimiento me deleito».

Lejos de nosotros lamentarnos de las aflicciones y enfermedades que Jesús quiera mandarnos. Sigamos al divino Maestro por la senda del Calvario cargados con nuestra cruz; y, cuando él quiera colocarnos en la cruz, es decir, tenernos en cama enfermos, démosle gracias y tengámonos por afortunados por el gran honor que se nos hace, sabiendo que estar en la cruz con Jesús es un acto muchísimo más perfecto que el de sólo contemplarlo a él en la cruz.

(26 de noviembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 245)

lunes, 14 de marzo de 2011

Ofrécete como víctima por la salvación de la humanidad

Ofrécete como víctima por la salvación de la humanidad

Ofrécete como víctima por la salvación de la humanidad




14 de marzo

Confianza y amor, hijita mía, confianza y amor en la bondad de nuestro Dios. Tú sufres, pero anímate, que tu sufrimiento es con Jesús y por Jesús; y no es un castigo sino una prueba para tu salvación.

Convéncete, pues; yo te lo aseguro de parte del Señor: en tus dolores está Jesús, y además en el centro de tu corazón; tú no estás separada ni lejos del amor de este Dios tan bueno. Experimentas en ti la delicia del pensamiento de Dios; pero sufres aún al estar lejos de poseerlo plenamente y al verlo ofendido por las criaturas desagradecidas. Pero no puede ser de otro modo, hijita mía; quien ama, sufre; es la norma constante para el alma que peregrina en esta tierra; el amor no plenamente satisfecho es un tormento, pero tormento dulcísimo. Tú lo experimentas.

Continúa sin temor, hijita mía, envolviéndote en este misterio de amor y de dolor al mismo tiempo, hasta que le plazca a Jesús. Este estado es siempre temporal; vendrá la divina consolación, completa, irresistible. En este estado de aflicción, continúa, mi buena hijita, rezando por todos, sobre todo por los pecadores, para reparar tantas ofensas como se hacen al divino Corazón.

Me parece que tú un día te ofreciste víctima por los pecadores; Jesús escuchó tu plegaria, aceptó tu ofrenda. Jesús te ha dado la gracia de soportar el sacrificio. Pues bien, ¡adelante todavía un poco más!; la recompensa no está lejos.

(9 de abril de 1918, a María Gargani – Ep. III, p. 312)