miércoles, 9 de febrero de 2011

La paciencia todo lo alcanza.


9 de febrero

Desconfía, mi querida hijita, de todos aquellos deseos que, según el juicio común de las personas que poseen el espíritu del Señor, no pueden alcanzar su objetivo. Tales son, en efecto, aquellos deseos de algunas perfecciones cristianas que pueden admirarse e imaginarse pero no practicarse, y de aquellas perfecciones de las que muchos hablan sin convertirlas en obras.

Ten por seguro, mi querida hija, que quien nos garantiza con seguridad nuestra perfección es la virtud de la paciencia; y, si esta virtud hay que practicarla con los demás, conviene ejercitarla ante todo con nosotros mismos. Quien aspira al puro amor de Dios, no necesita tener paciencia con los otros como debe tenerla consigo mismo. Es necesario resignarse, mi querida hijita, a soportar nuestra imperfección para poder llegar a la perfección. Digo soportar nuestra imperfección con paciencia, y no digo amarla y acariciarla, porque la humildad se fortalece en este sufrimiento.

(3 de marzo de 1917, a Herminia Gargani – Ep. III, p. 678)

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