12 de febrero
Contentémonos con caminar a ras de tierra, pues estar en alta mar nos marea y nos produce vómitos. Mantengámonos a los pies del divino Maestro con la Magdalena. Practica las pequeñas virtudes propias de tu pequeñez: la paciencia, la tolerancia con nuestro prójimo, la humildad, la dulzura, la afabilidad, el sufrimiento de nuestras imperfecciones, y otras muchas virtudes.
Te aconsejo la santa simplicidad, como virtud que estimo mucho. Fíjate en lo que tienes ante ti, sin romperte mucho la cabeza pensando en los peligros que ves a lo lejos. Te parecen poderosas unidades militares, y no son otra cosa que sauces con muchas ramas. No les prestes atención, pues, de otro modo, podrías dar pasos equivocados. Ten siempre el firme y general propósito de querer servir a Dios con todo el corazón y durante todo el tiempo de la vida. No te preocupes por el mañana; piensa sólo en hacer el bien hoy; y, cuando llegue el mañana, se llamará hoy; y entonces se pensará en él.
Para practicar la santa simplicidad, se necesita también una gran confianza en la divina providencia. Es necesario, hija mía, imitar al pueblo de Dios que, cuando estaba en el desierto, tenía severamente prohibido recoger el maná en mayor cantidad que la necesaria para un día. También nosotros hagamos la provisión del maná para un solo día; y no dudemos, hija mía, de que Dios proveerá para el día siguiente y para todos los días de nuestro peregrinar.
(3 de marzo de 1917, a Herminia Gargani – Ep. III, p. 678)
No hay comentarios:
Publicar un comentario