4 de abril
Por la obediencia de Jesús quiso el Padre del cielo que este nombre santísimo fuese proclamado y creído por todas las criaturas: «Toda lengua – dice el apóstol – proclame que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre». ¿Y no es precisamente esto lo que se verifica en el momento presente, cuando en todas partes se adora la cruz? También en el último día, los condenados y los demonios, a la vista de la inmensa gloria de Jesús y al experimentar su poder infinito, deberán tomar parte en esta proclamación.
También nosotros, si somos imitadores de Jesucristo afrontando todas las batallas de la vida, participaremos en sus triunfos. Sí, concluyo con san Juan Crisóstomo, creamos firmemente que el divino redentor está adornado de tan excelsa gloria, y, por tanto, vivamos de su gloria, imitando sus ejemplos y siguiendo sus deseos. De lo contrario, de nada nos aprovecharía el creer, si no correspondiera con él nuestro obrar.
(4 de noviembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 217)
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