jueves, 7 de abril de 2011

Recibe la corona de la gloria


7 de abril

¿Comenzar ahora a trenzar la corona, a incrustarle las perlas, a hacerla florecer? ¡Ay de mí! La primavera ha pasado ya; no es la época. Mi alma fue sorda a la voz del Esposo cuando éste amorosamente la invitaba a seguirle, cuando el mal tiempo ya había pasado y el invierno ya había transcurrido. Ella se durmió durante todo el tiempo de la primavera; fue el sueño de los ingratos; y se despertó demasiado tarde. Buscó a su amante en todas las cosas y, gracias a la bondad de Dios, lo encontró sentado en medio de muchas almas predilectas que, teniendo las manos llenas de flores, le ofrecían los perfumes.

Se dio cuenta del error cometido, se puso a seguirlo, ocupando el último lugar, y hasta el presente no sabe qué ofrecerle, no teniendo nada propio. Con todo, fíjate en la bondad de este amante divino, que no la rechaza, que la atrae hacia sí con gestos amorosos. ¿Pero, Dios mío, cómo corresponde ella a tantas finezas de amor? Con la ingratitud, eso es todo. Mientras se lamenta, ella querría poner fin a sus infidelidades, pero está siempre rodeada de infinitos peligros de serle de nuevo infiel.

(12 de diciembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 261)

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