8 de abril
No perdáis el ánimo por las pequeñas imperfecciones. Procurad estar siempre vigilantes sobre vosotras mismas para no faltar; pero, si os dais cuenta de que habéis faltado, no perdáis el tiempo en lamentos inútiles; arrodillaos ante Dios; avergonzaos de vuestra poca fidelidad; pedid perdón a nuestro Señor; renovad el propósito de estar más atentas en el futuro; y, después, levantaos enseguida y seguid adelante por el camino donde yo os he puesto.
Convenceos, amadísimas hijas, de que las caídas y los pequeños movimientos de las pasiones son inevitables mientras estemos en esta vida, porque en relación a esto el gran apóstol san Pablo exclama al cielo: «¡Pobre de mí, qué infeliz soy! Hay en mí dos hombres, el viejo y el nuevo; dos leyes, la ley del sentido y la ley del espíritu; dos actuaciones, la de la naturaleza y la de la gracia. ¡Ah! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?»
(25 de septiembre de 1917, a Raquelina Russo – Ep. III, p. 505)
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